Karen Lamassonne
El despiste es doble al usar acuarela y pintar como argumento el baño. Sin transparencias, veladuras o amaneramientos académicos, la “aguada”, para Karen Lamassonne (Estados Unidos 1954), es una forma de realismo crudo y disonante. Redefiniendo una utilización y advirtiendo ironicamente sobre los ridículos paisajes de Cartagena, La Ermita o el cerro de Monserrate, que de pronto aparecen asaltando la buena fé y la ignorancia virgen. Pero la utilización de una técnica desacostumbrada: de un ejercicio del agua, no es el único elemento con que Lamassonne agrede. El argumento contemplativo traslada la acción de pintar de la sala al inodoro, del estudio a la ducha, del caballete al bidet. Las naturalezas muertas están compuestas esta vez por papel higiénico, desodorante, champú y jabones. Los humanos se bañan o defecan. Luz y sombra apelan a cortinas de plástico, baldosines, jaboneras o puertas impermeables. Pero la vía del disgusto no se queda tampoco allí. Es distorcionada la perpectiva y el dibujo caprichosamente alterado. Los ángulos más inusuales son escogidos para elaborar situaciones que enseñan escenas recortadas, indicativas de lo esencial para que este trabajo posea unidad, personalidad y el entusiasmo de un pintor-mujer, adentrado a la intimidad de la verguenza, el pudor, la especulación o el experimento. De la castidad, el dolor, el placer del tumulto o la soledad húmeda clandestina. Karen Lamassonne, se me antoja también crítica y humorista, a la manera de Buñuel y por el sendero estrecho del distanciamiento.
Miguel González, Curador Museo de Arte Moderno, Cali, Noviembre de 1979.
glazes or academic mannerisms, the “washy”, for Karen Lamassonne (United States 1954), is a crude and dissonant realism.
Redefining the concept of utilization and ironically warning about the ridiculous landscapes of
Cartagena, The Ermita or Moncerrate mountain, which suddenly seem to be assaulting good faith and
virgin ignorance.
But the practice of an unusual technique: the exercise of water is not the only element with which Lamassonne
attacks. The contemplative argument moves the action of painting from the living room to
the bathroom, from the studio to the shower, from the easel to the bidet. This time, still lives are composed
by the toilet paper, deodorant, shampoo and soaps. Humans take showers or defecate. Light
and shadow appeal to plastic curtains, tiles, soap holders or waterproof doors.
But the path of disgust does not remain there. Perspective is distorted and drawing is whimsically
altered. The most unusual angles are chosen to elaborate situations showing cut out scenes, indicative
of the essential that allow this work its unity, personality and the enthusiasm of a woman-painter,
inwardly looking to the intimacy of shame, modesty, speculation or experiment.
From chastity, pain, pleasure of the tumult or the moist and clandestine loneliness, Karen Lammassonne
seems to be, in Buñuel’s way, humorous and critic, taking the narrow road of distancing.
Miguel González, Curador Museo de Arte Moderno, Cali, Noviembre de 1979.