ALAC 2018
Como artista multidisciplinar que trabaja en instalaciones, Carmen Argote explora las nociones de hogar y lugar. Para sus piezas, Argote estaba pensando en lo austeras y frías que pueden ser las sillas o estructuras plegables, y cómo vestirlas las hace más presentables para una reunión. El café es un líquido con el que Carmen se conecta a través de su ritual matutino diario. En esta muestra, el café se elabora en una secuencia dependiendo del momento de la exposición. La idea es crear un ritual preparando café a medida que se muestran las obras, para poder verlas y al mismo tiempo oler el café recién hecho.
Otto Berchem es un artista estadounidense que vive y trabaja en Ámsterdam y Bogotá. Como artista estadounidense que ha vivido en el extranjero la mayor parte de su vida, es importante para la práctica de Berchem crear relaciones entre los centros de poder y lo que históricamente se ha asumido arbitrariamente como la periferia. Con el vídeo Américas invertidas, Berchem evoca el dibujo América Invertida de Joaquín Torres García de 1943, que representa una América del Sur al revés. Al canalizar una de las contribuciones más reconocidas de Torres García a la historia del arte moderno, Berchem cuestiona la noción de identidad y los clichés de nacionalidad y territorio.
La obra más reciente de Sebastián Fierro es una reflexión sobre los recuerdos de su primera pintura. Tenía alrededor de diez años cuando pintó un sistema solar en un pequeño lienzo. Desearía haberlo conservado, ya que encapsulaba gran parte de lo que actualmente investiga en su obra: la pintura como ejercicio de contención, y como tal, herramienta que permite interiorizar el mundo. Al representar un sistema solar en una superficie plana finita, es posible introducir algo remoto e inalcanzable en un marco pequeño. Lo que era exclusivamente el contenedor ahora es el contenido.
En las piezas de Manuela Viera Gallo hay una fascinación silenciosa por la destrucción, y una peculiar belleza retratada por el objeto destrozado. En este trabajo, platos y tazas de cerámica fragmentados y rotos, unidos entre sí, crean una secuencia serializada y sobrecargada de adornos. Los objetos parecen peligrosos: afilados, puntiagudos y capaces de hacer daño, pero cuelgan silenciosos e inertes, prueba de una acción violenta que ya ha tenido lugar. Como registro inmersivo y estéril, estas coreografías de escombros dispuestos en diferentes relaciones espaciales disfrazan en su ambigüedad la alusión al abuso de las mujeres y la tragedia cómodamente disimulada de la violencia doméstica a escala global.
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