Lineage
Antes del genocidio colonial, las comunidades amazónicas tenían la capacidad de transitar entre realidades y viajar por diferentes dimensiones mediante un sistema muy sofisticado de ciencias, artes y tecnologías. Vivían en armonía con las leyes de la naturaleza y gracias a su relación estable, era posible conectar con todas las fuerzas y dimensiones. Actualmente, el mundo está plagado de interferencias y distracciones que no permiten llevar la mente a estados de conciencia que hagan posible el uso de los canales interdimensionales. A pesar de ello, el trabajo de Don Abel y su hijo Wilson garantizan que por un tiempo la tecnología y las ciencias ancestrales puedan ser accesibles.
A través de un sistema muy sofisticado de ciencias, artes y tecnologías, las comunidades amazónicas que vivían antes del genocidio colonial, tenían la capacidad de transitar entre realidades y viajar por diferentes dimensiones. Esta compleja infraestructura se desarrolló a lo largo del tiempo. Los avances científicos y técnicos, así como los emocionales y personales, se transmitían a través del vientre de la madre e incluían a todos los miembros de la comunidad. Estas comunidades, que no discriminaban entre plantas, alimentos, animales y personas, vivían en armonía con las leyes de la naturaleza. Gracias a esta relación estable, era posible conectar con todas las fuerzas y dimensiones. Al tener una dieta súper eficiente, sufrir un número muy limitado de enfermedades corporales (que se entienden como desequilibrios energéticos) y vivir en armonía con el entorno, la realidad se manifestaba de forma diferente a como se percibe en el presente. Ahora el mundo está plagado de constantes y abrumadoras interferencias y distracciones, que no permiten llevar la mente a estados de conciencia que hagan posible el uso de los canales interdimensionales. El canal de comunicación con la madre tierra y sus recursos vitales es interrumpido por creencias culturales, posiciones políticas, necesidades superficiales y una serie de otros lastres que se alimentan de las necesidades impuestas intencional y metódicamente por los poderes dominantes. Afortunadamente, no todo el conocimiento se ha perdido a pesar de la intensidad del aparato colonial y patriarcal. Trabajos como el de Don Abel y su hijo Wilson, garantizan que por un tiempo (al menos) la tecnología y las ciencias ancestrales puedan ser accesibles. La medicina moderna, en concreto, ha centrado su violencia en interponerse en la curación y sustituirla por una idea patriarcal que fragmenta el cuerpo en secciones enfermas, en lugar de concebirlo como un todo que también está conectado a una comunidad y al universo.
Mientras que el interés del modelo racional moderno es dividir y descomponer, para los sabios amazónicos es imposible desintegrar al individuo, cuyas patologías están relacionadas con la salud de toda la cultura y la salud de la naturaleza. Las plantas poseen cualidades medicinales, desde las nutricionales hasta las mágicas utilizadas para viajar entre las dimensiones y los mundos invisibles; tienen la capacidad de comunicar a los seres vivos los pensamientos del ser creador, de la naturaleza, de la madre tierra. Don Abel recibió el don de nombrar las plantas. Cada una de ellas con sus cualidades y poderes. Para este trabajo, se le alimentó con una dieta especial y se le obligó a vivir de la manera que dictan las leyes mayores. Don Abel, nacido Mogaje Giju tuvo que entrenar su cuerpo y su alma al igual que un Lama debe recorrer un tortuoso camino espiritual para alcanzar la iluminación. Tras años de abnegado sacrificio, aprendió a hablar el lenguaje del mundo natural. Tanto los habitantes del Amazonas, como la propia selva, dependen de la precisión con la que interpreten los mensajes entre los distintos planos, materiales o invisibles. La guerra en Colombia ha tenido consecuencias devastadoras en múltiples sentidos. En este caso, el desplazamiento de los individuos de sus comunidades a las ciudades ha dificultado mucho la transmisión del conocimiento y éste se ha disuelto lentamente en la rutina diaria de la supervivencia. El trabajo de Aycoobo, (hijo de Abel elegido para preservar su sabiduría) que ha tenido que buscar un equilibrio entre su herencia amazónica y sus circunstancias contemporáneas, es clave para entender un proceso simbiótico que se manifiesta en el sincretismo de sus piezas. El mundo de las plantas, que conoce a través de los relatos de su padre y de las leyes que le han sido transmitidas a través de los mitos, se mezcla con las reveladoras visiones que le otorga el espíritu de la planta Jaghe.
Esta exposición es a la vez un homenaje y una llamada a la urgencia. Sólo a través de un trabajo de descolonización es posible recuperar los recursos que han sido generosamente heredados por los sabios de la Amazonia. La relación ecológica con el planeta depende del íntimo equilibrio entre cada uno de los seres que lo habitan. Contexto: Colombia es el país con el mayor desplazamiento interno de población del mundo. Colombia está en un proceso de paz que permitiría sanar las heridas históricas con la violencia de los últimos 50 años causada por el narcotráfico. La coca es una planta sagrada con propiedades místicas y nutricionales fundamentales para la vida de las comunidades amazónicas. Colombia es líder en el asesinato de defensores de los recursos naturales. Todos estos crímenes, que este año son uno por día, permanecen impunes. Don Abel es el último de los hablantes de la lengua nonuya. Fue adoptado por Muinane y casado con una Bora. Don Abel y Aycoobo pertenecen a la Nación Muinane. El secreto de la Abuela (la esposa de Don Abel) para un buen matrimonio es que ninguno hable la misma lengua. Texto: Beatriz López
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