
La práctica multidisciplinaria de Nohemí Pérez —que abarca el dibujo, el bordado y la pintura— es una reflexión constante sobre los complejos vínculos entre territorio, identidad y memoria histórica. Su trabajo nace en el Catatumbo, una región del noreste colombiano rica en biodiversidad pero marcada por la volatilidad geopolítica. Desde ahí, se entretejen las huellas de la colonización, el conflicto armado, la migración forzada y la hibridez cultural.
Trabajando principalmente con carbón vegetal sobre tela, Pérez crea paisajes panorámicos monumentales que envuelven al espectador en entornos densos y cargados de emoción. Su lenguaje visual dialoga con la tradición europea del panorama del siglo XVI, históricamente usada como espectáculo colonial para representar territorios exotizados ante públicos imperiales. Al apropiarse de este formato, Pérez desmantela su carga ideológica y lo transforma en una herramienta para visibilizar las complejidades ecológicas, políticas y afectivas de una región frecuentemente ignorada o mal representada.
En su aclamada serie Panorama Catatumbo, inserta escenas narrativas sutiles en extensos paisajes selváticos: viñetas que aluden a economías ilícitas, presencia militar o devastación ambiental. Estas narrativas, casi camufladas en el paisaje, evocan la experiencia de quienes habitan estos territorios en disputa, donde la visibilidad y el borramiento coexisten en tensión permanente.
El uso del carbón —material estrechamente ligado a las industrias extractivas de la región— no solo es una elección formal, sino también conceptual: el medio está intrínsecamente conectado con el mensaje. Las intervenciones con hilo y bordado acentúan una estética de fragmentación y reparación, aludiendo tanto al trabajo femenino como a las violencias ecológicas inscritas sobre la tierra.
Aunque su obra aborda realidades sociopolíticas urgentes, el enfoque de Pérez es profundamente sensorial, y oscila entre lo lírico y lo crudo. En esa tensión, su trabajo va más allá de la representación documental para ofrecer una cartografía emocional del territorio, donde cuerpo, tierra y memoria permanecen íntimamente entrelazados.
Su obra ha sido presentada en importantes instituciones a nivel internacional y es cada vez más reconocida por su aporte crítico a las discusiones sobre ecologías decoloniales, geografías feministas y estéticas transnacionales.