
La obra de Cristina es un arte de múltiples capas, no sólo porque entreteje el lienzo para dejarnos ver más allá de la superficie y dar voz al vacío que oculta, sino también porque intenta entretejer el encuentro y desencuentro del lenguaje, el poder y la realidad. Los cuadros evocan una sutileza geométrica y un vacío que arrastra al espectador al interior del lienzo. Cristina entreteje los elementos primarios de cualquier imagen o re-presentación: líneas y colores. Lo que hace es recortar el lienzo y darle nueva forma. Su arte no sólo hace del lienzo un lugar escultórico, sino que despliega las infinitas posibilidades del lienzo en su materialidad finita. No son lienzos tridimensionales, son el delicado tejido que surge cuando vemos la realidad a través de los ojos de Cristina: no hay interior ni exterior en estas obras de arte, sólo existe la huella que, cuando las líneas y los colores empiezan a chocar, deja entrever la realidad en toda su complejidad, vacío, textura y belleza.
Su obra no es ornamental, sino un gesto de resistencia. Recorta la superficie del lienzo como herramienta para resistirse al lenguaje, para desbaratar las ideas preconcebidas que tenemos sobre el cuerpo, el patriarcado, la maternidad y la pintura en sí misma. Al hacerlo, redefine la superficie preestablecida de la realidad diseñada por un lenguaje desposeído para crear una imagen que allana el camino para significar lo que no ha sido nombrado. Trabaja con símbolos tradicionales del cuerpo femenino, los representa de nuevo a través del tejido modificando su significado en el proceso. Esta obra es una invitación a ver lo que ha sido ocultado por nosotros mismos, por la sociedad y por los demás. Estas pinturas son un símbolo de liberación para recuperar la propiedad de lo que nunca se ha poseído.