Sandra Monterroso
Para mi el arte es un juego que participa de lo serio, pero instituido por sus propias leyes, lo que Benjamín llamó “La percepción distraída”; “el origen” y “la mimesis”. Es en el arte, como juego serio en donde se puede negar la barbarie de la cultura.
La imperfección y distorsión como resultado de lo sano, lo enfermo connotado en el otro, en los seres, en la historia, ha estado en constante transformación en mi trabajo artístico para indagar y profundizar en distintos planos sobre las heridas personales, históricas y coloniales. En una constante búsqueda trato de responder ¿es posible sanar éstas heridas a través de la práctica artística?
Las acciones performáticas que trabajo con el cuerpo, objetos, esculturas e instalaciones multimedia, muestran lo sagrado y lo profano fundiéndose en el mito del eterno retorno. Que como paradoja de la modernidad entra en choque con la colonialidad. He tomando como referente el lenguaje y los aspectos simbólicos, espirituales, sociales y políticos de la cultura maya q’eq’chi’ como herencia de mi abuela materna, trabajándolo como motivación en mis reflexiones, líneas de investigación en la práctica artística, intentando hacer una re-significación de lo que es definirse como una mujer mestiza-indígena y sus consecuencias. Con lo cual, mucho de mi trabajo es retornar al origen, territorio de Alta Verapaz, lugar de nacimiento de mi madre y abuela para luego traer todos estos elementos a un lenguaje propio del arte contemporáneo inmerso en sus grandes contradicciones.
Cuando hago performance, el cuerpo me permite entrar en contacto directo con el lenguaje y la espiritualidad maya q’eqchi’, los objetos, esculturas e instalaciones multimedia que pueden ser o no el resultado de estas acciones, me permiten la relación intrínseca de dichos elementos simbólicos-estéticos de la cultura maya a las distintas configuraciones artísticas.
La imperfección y distorsión como resultado de lo sano, lo enfermo connotado en el otro, en los seres, en la historia, ha estado en constante transformación en mi trabajo artístico para indagar y profundizar en distintos planos sobre las heridas personales, históricas y coloniales. En una constante búsqueda trato de responder ¿es posible sanar éstas heridas a través de la práctica artística?
Las acciones performáticas que trabajo con el cuerpo, objetos, esculturas e instalaciones multimedia, muestran lo sagrado y lo profano fundiéndose en el mito del eterno retorno. Que como paradoja de la modernidad entra en choque con la colonialidad. He tomando como referente el lenguaje y los aspectos simbólicos, espirituales, sociales y políticos de la cultura maya q’eq’chi’ como herencia de mi abuela materna, trabajándolo como motivación en mis reflexiones, líneas de investigación en la práctica artística, intentando hacer una re-significación de lo que es definirse como una mujer mestiza-indígena y sus consecuencias. Con lo cual, mucho de mi trabajo es retornar al origen, territorio de Alta Verapaz, lugar de nacimiento de mi madre y abuela para luego traer todos estos elementos a un lenguaje propio del arte contemporáneo inmerso en sus grandes contradicciones.
Cuando hago performance, el cuerpo me permite entrar en contacto directo con el lenguaje y la espiritualidad maya q’eqchi’, los objetos, esculturas e instalaciones multimedia que pueden ser o no el resultado de estas acciones, me permiten la relación intrínseca de dichos elementos simbólicos-estéticos de la cultura maya a las distintas configuraciones artísticas.