
Ana Mercedes Hoyos fue una de las artistas colombianas más destacadas del siglo XX. Establecida principalmente en Bogotá, también tuvo un segundo hogar y estudio en Nueva York hasta su muerte.
La obra de Hoyos abarcó una amplia gama de imágenes inspiradas en los movimientos post-pop que encontró en la dinámica escena artística neoyorquina. Sus pinturas incluyeron paisajes urbanos evocadores de las visiones surrealistas de Giorgio de Chirico y René Magritte, al tiempo que mostraban la influencia del arte pop estadounidense, particularmente las escenas callejeras de Ed Ruscha. Desarrolló la serie Ventanas, que inicialmente retrataba vistas del cielo y las montañas de Bogotá, y que luego evolucionó hacia abstracciones figurativas de espacios arquitectónicos que recordaban los cuadrados de Josef Albers y las tonalidades oscuras de Mark Rothko. Finalmente, la ventana se redujo a una sutil sugerencia de su propio marco en pinturas de bordes definidos sobre lienzo crudo.
A comienzos de los años ochenta, Hoyos creó sus obras más radicales y controvertidas: las Atmósferas, una serie de pinturas predominantemente blancas que evocaban los cielos nublados de Bogotá. Luego de esta fase radical, marcada por la ausencia de color, regresó a la exploración de la luz con su serie Arcoíris, una colección de estudios sobre el comportamiento del color y la refracción. Su investigación artística la llevó luego de regreso a la figura, a través de una serie de naturalezas muertas basadas en temas de la historia del arte. Inspirada en Van Gogh, desarrolló una serie de pinturas de girasoles. Más adelante, estudió el enfoque pionero de Caravaggio hacia la naturaleza muerta.
Mientras trabajaba en su serie de naturalezas muertas históricas, Hoyos encontró un frutero en una playa de Cartagena, una experiencia que la inspiró a explorar los temas relacionados con las palanganas y el pueblo de San Basilio de Palenque. Comenzó su serie Palenque representando los fruteros como composiciones geométricas en, empleando técnicas de dibujo para articular su forma y utilizando la perspectiva para revelar tanto el interior como el exterior de la fruta. Este enfoque desveló una intimidad inesperada en objetos cotidianos, capturando la esencia de sus primeros trabajos constructivistas y celebrando al mismo tiempo la vitalidad de la costa caribeña colombiana.
Durante sus visitas a Cartagena en la década de 1990, Hoyos estableció una relación cercana con los palenqueros locales, en especial con Zenaida, una mujer que se convirtió en su amiga y musa. Acogida en su comunidad íntima, primero visitó Bazurto y luego el pueblo de San Basilio de Palenque, donde conoció su herencia cultural y se sintió profundamente inspirada por sus festividades y procesiones religiosas. Hoyos realizó una serie de óleos que representaban palanganas con frutas, escenas de mercado y, finalmente, la procesión de San Basilio de Palenque. La serie La Procesión evolucionó en Lazos, una colección de abstracciones en acrílico centradas en los vestidos y lazos que llevaban las niñas durante la procesión del pueblo.
A lo largo de su carrera, Ana Mercedes Hoyos demostró una capacidad única para transitar fluidamente entre la representación figurativa y la abstracción, desdibujando constantemente los límites entre ambas. En una época en la que las narrativas contemporáneas con frecuencia destacaban el conflicto, Hoyos se distinguió al retratar una comunidad que, a pesar de sus luchas históricas y presentes, mantenía un espíritu alegre y resiliente que conservaba vivas sus tradiciones.